viernes, 16 de mayo de 2008

ISRAEL 60 años: ciudadanos judiós y árabes ( V ): El filósofo Alain Finkielkraut y el intelectual Elias Sanbar, delegado de Palestina en la UNESCO








RECONOCERSE PARA EXISTIR ( y segunda parte )


Elias Sabar : ¿El integrismo es una catástrofe para la sociedad palestina? Sí. Sin embargo, no por ello se les puede negar su condición de palestinos a los militantes de Hamas. Usted pregunta si estoy seguro de que “todos los palestinos sean palestinos”. Entiendo lo que quiere decir con ello y le respondo con otra pregunta: ¿Baruch Goldstein1 era israelita? Y supongo que la respuesta es sí.

Alain Finkielkraut : El primer ministro Yitzhak Rabin no se contentó con condenarlo. No, dijo, estoy implicado, estoy comprometido, me avergüenzo. Y esa vergüenza la experimentaron muchos judíos.

El grupo palestino de hip-hop DAM



E. S: De buena gana hago constar que del lado palestino las condenas a los ataques terroristas deberían ser mucho más tajantes. Cuando se va en contra de los civiles, no hay circunstancias atenuantes. Eso no quiere decir que la sociedad deba perder su identidad, sino que la identidad de algunos está enferma.

A. F: Hay un contraste entre el reinicio de las negociaciones y un endurecimiento en torno al asunto de 1948. En Francia hubo un tiempo en que los adversarios de la política israelita desplazaban la ocupación hasta 1967. Actualmente, el año de 1967 se ha borrado, las fechas se precipitan. Cada vez son más numerosos los que ubican la ocupación en el año de 1948. La deslegitimación de Israel se ha hecho evidente para muchos. El sionismo era una empresa de normalización. Se trataba de terminar con un mundo dividido en dos, entre “nosotros” y “los goys”. La historia parece ensañarse en deslegitimar al sionismo. El pesimismo israelí es consecuencia de ese ensañamiento.

E. S: Claro, el problema de 1948 ha estado siempre presente en el espíritu de los palestinos, pero también de los israelitas. Este problema sigue inquietando a los israelitas no por el aspecto demográfico de un retorno de los refugiados, a pesar de que no dejan de reclamarlo. Sino porque están seguros, sin tener motivos para ello, de que si reconocen que actuaron mal en 1948, eso significaría que el Estado de Israel nació en falta y es por lo tanto ilegítimo y por ello está amenazado a desaparecer. Se equivocan al pensar así. Reconocer la responsabilidad del sufrimiento palestino es, al contrario, la llave de la reconciliación, y por ende de un futuro seguro para todos.

A. F: ¿Desea que el Estado de Israel se arrepienta oficialmente?

E. S: Dejemos ese término a los clérigos y a los vendedores de redenciones. Hablo de reconciliación. Es necesario que los israelitas reconozcan que se ha cometido una injusticia y que sufrimos desde hace sesenta años, incluso si admito que no son los únicos responsables. Si no cortamos por lo sano, todas las paces no serán sino falsos pretextos.

A. F: Los historiadores, sionistas y postsionistas, han trabajado, las cosas se saben y se dicen. Pero usted no puede hacer que esa guerra contra la coalición de todos los Estados árabes no sea una guerra de liberación. Comenzó como una gran guerra civil en 1947. Un año después, todos los Estados árabes declararon la guerra al joven Estado, y eso se convirtió en una guerra por la independencia. Por lo demás, el público israelí está dispuesto a escucharlo todo. El pánico surge de cosas más concretas: los atentados suicidas de ayer son la principal razón del muro; hoy los cohetes son la razón de ser de los colonos. Aún cuando éstos han perdido la batalla ideológica en Israel, Hamas les provee un indiscutible argumento de seguridad: se teme que al restituir Cisjordania, Tel Aviv quede en la mira de los misiles.

E. S: El miedo de los israelitas me da miedo. Como si nada pudiera darles seguridad. Como si hubiera, no un rechazo a la paz, sino la imposibilidad de ir hacia ella. Si fueran los dueños de Cisjordania tendrían miedo de la proximidad jordana. Si controlaran Jordania temerían a Arabia Saudita. El resultado es que Israel está a punto de dejar pasar una oportunidad única. Nunca antes hubo un ofrecimiento tan favorable por parte de los palestinos. Nunca antes veintidós países árabes habían ofrecido tantas garantías que posibiliten un Medio Oriente finalmente pacífico.

A. F: Estoy convencido de que se debe aprovechar la ocasión. Entre tanto, este ofrecimiento no debería ir acompañado de un nuevo Durban. Se está preparando una segunda conferencia en la ONU en África del sur, más delirante e inquietante que la primera, en la que con el pretexto de discutir sobre el racismo, la intolerancia, la xenofobia, la homofobia y la misoginia en el mundo, Israel será apuntada con el dedo, pero también Occidente. En África y en el mundo árabe musulmán, un antisemitismo cobra fuerza y muestra a Israel como el manipulador, casi nazi, de la política mundial. No se puede querer la paz en el Medio Oriente contribuyendo con esa idea delirante.

E. S: Siempre he sido bastante claro sobre ese tema. No somos los judíos de los israelitas. Los israelitas y quienes los apoyan deberían entender que la mala reputación proviene de la ocupación. Ustedes elaboran complejas teorías acerca de algunos detalles, pero desconocen la realidad concreta. No busco embellecer el paisaje. Hay accesos islamistas en todas partes. Pero el concepto de mundo árabe-musulmán carece de sentido.

A. F: El antisemitismo de los egipcios está ligado a la ocupación... ¿Y el de los argelinos?

E. S: Si la paz de 1977 no funcionó fue porque se basó en un malentendido. La reconciliación no podía darse en tanto que los egipcios eran testigos de la situación de los palestinos. Esa constatación legítima suscitó reacciones ilegítimas, arcaicas, racistas. Numerosas voces en el mundo se han alzado en contra de esas meteduras de pata.

A. F: Entonces, ¿los egipcios (que recuperaron el Sinaí) no podían creer en la paz con Israel a causa de las desgracias de los palestinos? Ve usted que la existencia de un mundo árabe-musulmán se confirma y cristaliza en torno a una crítica a Israel y en la identificación con el sufrimiento palestino. No quiero cuestionar esa solidaridad, pero el mundo árabe debe escoger entre un Israel copartícipe y un Israel cabeza de turco.

E. S: El gran eslogan del movimiento islamista es la Palestina musulmana, no la Palestina árabe. El concepto, como un saco en el que todo cabe, de “mundo árabe-musulmán” carece de sentido. Porque hoy el islamismo es el enemigo declarado de lo árabe. Hay escaladas integristas por doquier y los árabes son los primeros amenazados.

A. F: Y quizás también los israelitas... Muchos de los cuales tienen la impresión de luchar por su supervivencia.

E. S: El hecho de que los palestinos hayan recobrado su nombre y que hayan asumido el compromiso histórico de compartir lo que consideran su patria demuestra que se ha librado un conflicto en el que la existencia de uno debe pagarse con el aniquilamiento del otro. El único acto histórico digno de ese nombre en los acuerdos de Oslo es la carta de “reconocimiento mutuo y simultáneo” intercambiado la víspera del acuerdo entre Yasser Arafat y Yitzhak Rabin. Ningún israelita podrá decir que los palestinos no existen. Y la mayoría de los palestinos, incluidos los militantes de Hamas, aceptan la lógica de los dos Estados. Queda pendiente el doloroso tema de la ocupación. Como si, sin perder su crudeza, el conflicto israelí-palestino hubiera a pesar de todo “entrado en la categoría” de los finales trágicos de la ocupación de un pueblo por otro.

A. F: Al igual que usted estoy en contra de la banalización del conflicto, pero veo el progreso de la deslegitimación del Estado judío. El universalismo democrático, o la religión de la humanidad, se está desarrollando sobre todo en Europa, después de la Shoah y en constante referencia a ella. Este universalismo democrático va acompañado de un crecimiento tecnológico del mundo. Se habita el planeta antes de habitar el propio país. El Estado judío aparece entonces como el contraejemplo de ese universalismo democrático. De ahí la paradoja de la memoria de la Shoah, que no deja de llorar las víctimas de los campos y que, al mismo tiempo, ve en Israel la nación por excelencia. Y por ende la nación culpable. ~



grupo de hip-hop israelí : HEBREW KINGS


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