jueves, 15 de mayo de 2008

ISRAEL 60 años: ciudadanos judiós y árabes ( IV ): El filósofo Alain Finkielkraut y el intelectual Elias Sanbar, delegado de Palestina en la UNESCO










RECONOCERSE PARA EXISTIR (primera parte)

Larga conversación entre el filósofo franés de origen judío Alain Finkielkraut y el intelectual Elias Sanbar, delegado de Palestina en la UNESCO. Son afines al terreno de la paz, a la coexistencia de los dos Estados, sin embargo, ambos hombres, que se conocen desde hace treinta años, no están “del mismo lado de la historia”.

“Una región que produce más historia de la que puede asimilar”. La frase de Winston Churchill a propósito de los Balcanes quizás pueda aplicarse aún con mayor tino al Medio Oriente. El conflicto israelí-palestino es antes que nada entre dos relatos, entre dos historias y, en fin, entre dos memorias. Por lo que no debe sorprendernos que el encuentro entre Alain Finkielkraut y Elias Sanbar haya girado en torno a la pregunta obsesiva acerca de los orígenes y el significado del año 1948, cuestión portadora de las mitologías rivales de ambos pueblos.

Para el filósofo francés, judío, comprometido desde el inicio de los años ochenta con una reflexión sobre “la desaprobación de Israel”, ese constante regreso a 1948 revela que el proceso de deslegitimación del Estado judío no está cerrado y teme la escalada del islamismo dentro de la sociedad palestina. Intelectual comprometido con la política –desde Oslo participa en la mayoría de las negociaciones–, antiguo director de la Revista de estudios palestinos y delegado de Palestina ante la UNESCO, Elias Sanbar recuerda que, para su pueblo, la creación de Israel fue el inicio de la desaparición: “Hemos perdido nuestro nombre.”

Elias Sanbar: Resulta cómodo plantear las cosas en términos eternos e inmutables. Eso evita asumir una reflexión, enfrentar la realidad. Ese conflicto está inscrito en momentos y en lugares, una historia y una geografía; fue y sigue siendo una realidad en movimiento, es decir, está inscrito en el largo plazo pero también sometido a la relatividad de la vida, de las mutaciones, de las evoluciones y las rupturas. En tanto sea descrito en términos de absolutos en la perspectiva de una Historia inmóvil, el tema palestino no podrá pensarse.

Alain Finkielkraut: El 31 de marzo de 1980, el historiador Jacob Talmon publicó una carta abierta a Menahem Begin (Primer ministro de Israel, negociador de los acuerdos de paz con el presidente egipcio Anouar El-Sadate): “En nuestros días, la única forma de alcanzar una coexistencia entre los pueblos es, aunque pueda parecer irónico y decepcionante, separarlos.”Será necesario que todos los protagonistas y sus simpatizantes se pongan de acuerdo acerca de la necesidad de la repartición. De esa manera el conflicto podrá descender a tierra y ser tratado como lo requiere: prosaicamente. Tanto en Israel como del lado palestino, la gente está dividida. He conocido palestinos convencidos de la necesidad de hacer las paces, hostiles al terrorismo y que no están de acuerdo con la solución de los dos Estados. Una supuesta nueva esperanza democrática ha salido a la luz: “El Estado de los ciudadanos”. Un hombre, una voz; de qué sirven los muros: levantemos acta de la imbricación de las poblaciones y de la democracia postnacional. No estoy seguro de que esta idea encuentre raíces en Europa. En Palestina, estoy convencido de que es una impostura.

E. S: Plantear la cuestión de la división de Palestina como un fin es perder de vista que ella fue y sigue siendo un medio, no necesariamente malo, pero no un fin. El fin perseguido es la paz. La partición puede ser un medio para acercarse a la paz. Si nos contentamos con la idea de un conflicto irreconciliable entre dos pueblos condenados a la negación recíproca, el término compartir convendría más que el de partir. Incluso una partición con fines elevados, implica la idea de división, mientras que la de compartir implica reconciliación.

A. F: Hay que reafirmar la necesidad de compartir y empezar por ella. La verdadera nakba, la verdadera catástrofe palestina no fue la guerra de 1947 y 1948, sino el rechazo a todos los planes de partición, el de la Comisión Peel en 1936 o el de la ONU en 1947.

E. S: Al-Nakba, o la Catástrofe de 1948, fue una terrible desgracia, ya que además de las expulsiones masivas y la pérdida de la patria, ese año fue para los palestinos el de la pérdida de su nombre. En 1948 no se trató de un país conquistado o reconquistado sino de una tierra engullida. El cauce de las aguas perdió su nombre, los pueblos también. A partir de ese año, los nombres de Palestina y de los palestinos fueron borrados. Hemos invertido medio siglo en reencontrar nuestro nombre. Mientras usted dice que la partición debió aceptarse en 1937 o en 1949, es casi hacer revisionismo. Eso era imposible.

A. F: ¿Por qué?

E. S: La sociedad no podía aceptarlo, es una realidad y yo soy impotente ante ella. Había entonces 1,4 millones de palestinos y seiscientos mil judíos, la mayoría de ellos había llegado a principios de siglo. ¿Cómo esta mayoría habría consentido, en términos de una presencia inmemorial, perder la mitad de su patria? Y sin embargo, lamento que el liderazgo palestino de entonces no tuviera el cinismo de Ben Gourion (Primer ministro de Israel en 1948): aceptar una parte de Palestina para intentar poder conquistar el resto. Si hoy hubiera estado en el poder, Arafat habría aceptado la repartición por táctica, no por convicción. Y eso habría suscitado una buena guerra, pero no se puede rehacer la Historia.

A. F: Imposible en 1948, ¿la repartición sería posible hoy?

E. S: Lo que ha permitido que el concepto de los dos Estados se imponga tras décadas de sufrimiento, de desgracias, de guerra ha sido que los dos procesos de constitución en Estados-naciones comenzaban a alcanzar su término. Hoy algo ha cristalizado al final de una larga gestación. Esto no pone en entredicho la realidad anterior –comunitaria, nacional– de ambos protagonistas. Pero no queda ninguna duda de que a partir de ahora la convicción es compartida por ambos bandos acerca de que la política de buena vecindad entre ambos Estados es una buena solución.

A. F: Decir que los palestinos cometieron un error al rechazar el plan de la ONU no significa un revisionismo sino una exigencia de desmitificación de los relatos canónicos que conduce a los israelitas a volver a los relatos de los orígenes y a reconocer que durante la guerra de 1948, la Haganah (movimiento de defensa israelita, reagrupado en Tsahal) habría debido actuar de otra manera. Sería lamentable que esa desmitificación “postsionista” no sirva sino para reforzar la leyenda palestina.

E. S: Como muchos palestinos, no tengo inconveniente en reconocer que se han cometido errores en el seno del movimiento nacional palestino, en la gestión interna del movimiento nacional bajo el Mandato hasta el descalabro de 1947-1948, pasando por la elección del Mufti de Jerusalén (Amin al-Husseini, líder religioso en la Palestina mandataria) para ir a Berlín a perderse al apoyar a Hitler. Lo que hoy se nos reprocha en realidad no es la falta de crítica a nuestra historia, sino el no hacerlo en los mismos términos que los israelitas. Es un defecto colonial pensar de ese modo, que además de infligir un sufrimiento a la víctima, ésta sea a su semejanza. Lo que muchos israelitas, incluso favorables al plan de paz, no comprenden es que no estamos del mismo lado de la Historia.

A. F: No subestimo los obstáculos para la paz que han surgido del lado israelita ocasionados por la desastrosa política de implantaciones, pero ¿es cierto que todos los palestinos son palestinos? ¿Se debe definir Hamas y la Jihad islámica como organizaciones palestinas extremistas? En un reciente artículo aparecido en Le Monde, Michel Bôle-Richard cede la palabra al jefe de la brigada de Abu-Rich (organización armada cercana a Fatah) en la franja de Gaza, y dice lo siguiente: “Israel nunca vendrá hasta el fin por nosotros, pues a diferencia de ellos, nosotros no tememos a la muerte. De hecho, mire usted, les damos miedo. Los habitantes de Sderot (ciudad a dos kilómetros de la franja de Gaza) parten. Los empujamos hacia el norte, hacia Hezbolá (movimiento chiíta libanés). Están atrapados en un sándwich.” ¿Fanfarronadas? Puede ser. Pero el palestino que se deja encantar por esos propósitos se expresa como musulmán y no como palestino.

CONTINUA MAÑANA


Philosophie Magazine
Testimonios recogidos por Élisabeth Lévy
Traducción de María Virginia Jaua

(Pulbicado en LETRAS LIBRES MAYO 2008)









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