El inmenso humanista y gran C's europeo GEORGE STEINER en esta entrevista nos explica claves fundamentales de su pensamiento cosmopolita y anticateto.
"ODIO EL NACIONALISMO DE CUALQUIER SIGNO. DETESTO A LA GENTE QUE VA POR AHÍ CON BANDERAS GRITANDO A OTRA GENTE»
ENTREVISTA A GEORGE STEINER"
EL Forma parte de una ilustre estirpe, la del intelectual judío centroeuropeo, que él ha descrito como un irremplazable tesoro extinguido. Pero su pensamiento y sus escritos desmienten ese veredicto. Steiner está bien vivo. Lo demuestra en esta entrevista, realizada en exclusiva para en su casa de Cambridge.Nació en París en 1929, en una familia de judíos vieneses. Su formación trilingüe -sus idiomas maternos son el inglés, el alemán y el francés-, la educación recibida de su padre. un destacado banquero amante de la música y las artes, su paso por la Universidad de Chicago en los años 40 y su propio sentido del judaísmo marcan toda su obra, consagrada en buena parte a analizar la situación del hombre culto ante la barbarie de la sociedad contemporánea. Humanista, crítico literario además de lingüista, profesor de literatura comparada, es autor de una decena de libros fundamentales para comprender el mundo en que vivimos y el mundo en que pensamos y escribimos: Antígonas, Nostalgia del absoluto, Después de Babel, Errata...Nos recibe en su casa, un edificio victoriano ubicado en una bella zona residencial en las afueras de la vieja ciudad universitaria. Desde su cuarto de trabajo, inundado de libros en un aparente pero estudiado desorden, se vislumbra el verde de la campiña inglesa repleta de árboles centenarios que parecen proteger el silencioso y cuidado jardín. Lugar idóneo para la reflexión, la lectura y el deleite de la música, una de sus grandes pasiones.
Tengo entendido que en su niñez comenzó a leer "LaIlíada" a instancias de su padre. Parece una pre-monición de su destino humanista...
G.S. Imagino que sí. Fui educado en el humanismo, gocé de una serie de privilegios. En casa se hablaba entres lenguas, francés, inglés y alemán. Mi padre tenía una gran biblioteca, se escuchaba música constantemente y se apreciaban las Bellas Artes. Todo aquello se destruyó totalmente con la llegada del nazismo y el fascismo. Pero puedes mantener contigo todo lo que has aprendido. Todo lo que pretendían destruir lo llevaba dentro de mí.
"ODIO EL NACIONALISMO DE CUALQUIER SIGNO. DETESTO A LA GENTE QUE VA POR AHÍ CON BANDERAS GRITANDO A OTRA GENTE»
ENTREVISTA A GEORGE STEINER"
EL Forma parte de una ilustre estirpe, la del intelectual judío centroeuropeo, que él ha descrito como un irremplazable tesoro extinguido. Pero su pensamiento y sus escritos desmienten ese veredicto. Steiner está bien vivo. Lo demuestra en esta entrevista, realizada en exclusiva para en su casa de Cambridge.Nació en París en 1929, en una familia de judíos vieneses. Su formación trilingüe -sus idiomas maternos son el inglés, el alemán y el francés-, la educación recibida de su padre. un destacado banquero amante de la música y las artes, su paso por la Universidad de Chicago en los años 40 y su propio sentido del judaísmo marcan toda su obra, consagrada en buena parte a analizar la situación del hombre culto ante la barbarie de la sociedad contemporánea. Humanista, crítico literario además de lingüista, profesor de literatura comparada, es autor de una decena de libros fundamentales para comprender el mundo en que vivimos y el mundo en que pensamos y escribimos: Antígonas, Nostalgia del absoluto, Después de Babel, Errata...Nos recibe en su casa, un edificio victoriano ubicado en una bella zona residencial en las afueras de la vieja ciudad universitaria. Desde su cuarto de trabajo, inundado de libros en un aparente pero estudiado desorden, se vislumbra el verde de la campiña inglesa repleta de árboles centenarios que parecen proteger el silencioso y cuidado jardín. Lugar idóneo para la reflexión, la lectura y el deleite de la música, una de sus grandes pasiones.
Tengo entendido que en su niñez comenzó a leer "LaIlíada" a instancias de su padre. Parece una pre-monición de su destino humanista...
G.S. Imagino que sí. Fui educado en el humanismo, gocé de una serie de privilegios. En casa se hablaba entres lenguas, francés, inglés y alemán. Mi padre tenía una gran biblioteca, se escuchaba música constantemente y se apreciaban las Bellas Artes. Todo aquello se destruyó totalmente con la llegada del nazismo y el fascismo. Pero puedes mantener contigo todo lo que has aprendido. Todo lo que pretendían destruir lo llevaba dentro de mí.
¿Es cierto que su padre le pedía su interpretación de lo que había leído, incluso un informe escrito?
G.S. Mi padre quería enseñarme a leer paciente y cui-dadosamente. Por eso tenía que escribir un pequeñosumario sobre lo que había leído. Sólo así podíaleer el siguiente. Tomaba muchas notas de mis lec-turas. Una vez escuché en Inglaterra una defini-ción muy bonita sobre lo que es un intelectual: esaquella persona que lee lápiz en mano porque estásegura de que puede escribir un libro mejor. Es unabroma, por supuesto, pero es muy útil leer así.E.S.
Creo que era zurdo y su padre solía atarle unamano. ¿Protestaba por ello?
G.S. No, no es así. Tengo un severo defecto de nacimiento en mi mano derecha. Hoy en día la tenden-cia es hacerles las cosas más fáciles a los chicos, pero mi madre, que se ocupaba de mi vida diaria, insistía en que debería aprender a escribir, dibujar y pntar con la mano derecha, lo que me resultaba más ifícil. Una de las primeras frases que recuerdo deella, era: «Qué suerte tienes, no vas a tener que ir ala 'mili'». Convertir en suerte lo que era un defectofísico era una filosofía estupenda. Es la filosofíaque aprendí desde el comienzo de mi vida. Odio to-talmente la actitud autocompasiva, debes exigir a un ser humano el máximo esfuerzo y voluntad.
Su padre se trasladó de Viena a París. Debió pre-sentir el nacimiento del nazismo.
G.S. Fue en 1924. Sí, supo lo que iba a venir. En esa épo-ca, Viena era mucho más antisemita que Alemania.Hitler es un fenómeno austriaco, no alemán. La vidaen Viena estaba ya impregnada de odio hacia los ju-díos y mi padre la abandonó para empezar una vi-da nueva en París.
¿Llegó a hablarle alguna vez, cuando era niño, de ese odio hacia los judíos?
G.S. Sí. Mi padre solía decirme: «Esto se llama historia.Por eso, uno no debe tener miedo, sino tratar de pro-tegerse». Sabía que el problema europeo del anti-semitismo había sido siempre un asunto que no podíamos evitar. Y me enseñó dos grandes lecciones:saber cuantos más idiomas, mejor, y aprender a pre-parar la maleta y ganarme la vida en otro país, enotra cultura. Estas dos enseñanzas las he puestoen práctica con mis hijos, de lo que me siento muyorgulloso.
Según se desprende de sus escritos, Hitler se habíajurado a sí mismo hacer desaparecer a los Steinerdel mundo. Afortunadamente no lo logró, tenemosla suerte de poder contar con usted y con su obra.
G.S. Es usted muy generoso. Sí, tuve la enorme suerte desobrevivir. Sólo dos judíos, entre mis compañeros declase, sobrevivimos en el Liceo de París. Y contrajeuna deuda que, en parte, debo pagar no abandonando Europa.
Ha escrito que la música clásica es «la más espiritualde las realidades», y que no podía vivir sin Schubert.
G.S. Se lo cuento de una manera muy simple. Mi padrefue un destacado banquero internacional y teníaun solo deseo: que yo nunca siguiera sus pasos. Esuna vieja tradición judía que una generación haga di-nero para ayudar a que la siguiente sea de una ge-neración de intelectuales, profesores, humanistaso algo similar, pero fuera del mundo de los negocios.Por eso le debo la idea de que ganar dinero no es lomás importante ni lo más interesante en la vida.
¿Qué opina de los ídolos del pop o el `rock'?
G.S. Es una pregunta muy difícil. Tengo 74 años y sabemos que el oído humano deja de entender la música a partir de cierta edad. Después del jazz mí oído no es capaz de asimilar otros sonidos musicales.Considero el `rock', el pop o el `heavy metal' como algo profundamente bárbaro. Es ruido, no música.Pero esto seguramente es un prejuicio. Puede que meequivoque, pero no puedes negociar ni el gusto ni laintuición. Lo que me da miedo son los chicos que crecen en la cultura del `heavy metal’ o del `hip-hop'y el `rap'. No van a poder vivir en silencio o con música más suave. Puede que ocurra algo muy complicado en el cerebro humano bajo ese cúmulo de ruidos. Aunque mucha gente no está de acuerdo conmigo y piensa que ese tipo de música es una forma de liberación.
Puede que el ser humano haya perdido sensibilidad.
G.S. Hemos perdido, por ejemplo, la costumbre de interpretar música en casa, que era básica en muchas familias. Antes se interpretaba en casa. Sí,hemos perdido el mundo de la intimidad. Estamosen el final de un periodo en el que estar en privado,estar en un jardín o en el silencio de esta casa y en paz, es un lujo. El silencio y la privacidad son terriblemente caros, incluso en las costosísimas casasde Londres o Nueva York, donde los muros son tanfinos que se oye todo. Cada vez resulta más problemático estar solo. La sociedad americana, por ejemplo, mira la soledad como algo muy sospechoso.Hay cada vez menos oportunidad de escucharseuno mismo. Yo soy un gran admirador de esos grandes poetas españoles de “la soledad” [lo dice en español]. La literatura española está llena de ellos: Juande la Cruz, Góngora y muchos otros.
Suele usted decir que los libros, ahora, «ya no no se leen». ¿Qué quiere decir con esto?
G.S. Un libro serio tiene que entrar en diálogo con el lector. Al principio puede ser un enemigo, porque seadificil de leer, pero ha de llegar a ser un amigo cercano. Los libros serios nos cambian. Pero, ahora, el99 por ciento son literatura de aeropuerto, estánhechos para pasar el tiempo. Y, muy bien, quizá esmejor que tomar Valium, pero ese concepto del librote enriquece menos. Te hace más perezoso y empequeñece tu imaginación.
Ha definido al pueblo judío como «los visitantes extranjeros», porque nunca tuvieron una patria. ¿Fue necesaria la creación del Estado de Israel?
G.S. Guando me pregunté u mí mismo por qué los judíos han sido el único pueblo que ha sobrevivido durante 5.000 años como unidad -porque ni los griegos,ni los romanos lo lograron- llego a una respuesta personal: deberíamos enseñar a la gente a vivir como huéspedes, porque somos huéspedes de la vida, de este pequeño planeta. Hasta que los hombres y las mujeres no aprendamos a vivir como huéspedesunos de otros, el riesgo de guerra y autodestrucción es enorme. Ser huésped significa dejar la casan que has visitado un poco mejor de lo que la encon-traste. Es un dicho judío. Éste es uno de los motivospor los que odio el nacionalismo de cualquier signo.Y el chovinismo de cualquier clase. Odio a la gente que va por ahí con banderas gritando a otra gente.Una virtud de los judíos es demostrar que pueden vivir entre otras gentes, contribuyendo al bien común sin renunciar a su identidad. Es un magnífico y difícil asunto. Por eso, no todo el mundo quiere serhuésped. La mayoría de la gente quiere tener raíces,como los árboles. Yo quiero tener piernas, que me parecen más interesantes. Con las piernas puedes irte lejos, subir montañas, cruzar la Tierra... Cuando llega una tormenta, el árbol puede caer. Por eso creo que ser un exiliado o un huésped es una condición privilegiada y creativa. Durante 40 años he escrito sobre mis grandes dudas en relación con el sionismo y el Estado de Israel. Esto es muy fácil de decir desde una preciosa casa en Cambridge, y, desde luego, mucho más fácil que si no tienes un lugar adonde ir. Si fuera el único lugar a donde ir, lo entiendo perfectamente, pero no significa que la solución sea idónea. Algunas veces, la única solución no es acertada.
Usted suele decir que su patria es aquélla que le proporciona una mesa de trabajo. ¿Es Cambridge su patria o existen otros “cambridges”?
G.S. He enseñado en muchos paises, he sido profesor enSuráfrica, en China, en Japón, en toda Europa yAmérica y mi patria es mi vocación de escritor y pro-fesor. Wittgenstein dijo que la gran filosofía se haceen las cafeterías de las estaciones. Proust afirmabaque las grandes novelas se escriben en los hoteles. Y tenían razón. Por supuesto, me encanta mi casa, mi perro... Pero le aseguro que si tuviera que salir corriendo a algún sitio donde no hablaran inglés,aprendería una nueva lengua, que me vendría muy bien, porque en estos momentos me he vuelto pere-oso. Siempre sería una experiencia estimulante.Respecto a mi historia y a mi pasado, he escritoun libro titulado “Nuestra patria, el texto”, porque no olvide que los judíos procedemos de un libro, pertenecemos a la “Torah”, el “Misdrash” y el “Mishvá” yllevamos la patria con nosotros. También pertenezco a mi familia. Pero no pertenezco, ¡por el amor deDios!, a un pasaporte, a un lugar o a un ridículo himno nacional. Esas cosas son vergonzantes. Un gran maestro del movimiento judío hasídico dijo: «El judío está siempre en el exilio. La verdad [lo dice en castellano] está siempre en el exilio». Y ésa es mi convicción: la verdad está siempre en el exilio.
Hace 50 años existía una influencia cultural judía enCentroeuropa: Kafka, Marx, Einstein, Freud... ¿Sigue presente?
G.S. Céntroeuropa ya no existe. Ahora existe Manhattan,Chicago, San Francisco, Londres... Con el exilio,los judíos crearon uno de los grandes periodos de lahistoria de la civilización. Si me pregunta por los dosnombres más influyentes en el mundo, yo diría queEinstein y Freud, pero añadiría a Woody Allen, y lo digo en serio. Su humor, su forma de andar, sus manos... han influido hasta en los chinos. Estuve en un cine en China y la gente se reía con el humor judío de Woody Allen, que ha llegado a ser tan universalcomo Charles Chaplin, el símbolo universal del neurótico ciudadano de hoy. Hay muchas formas deinfluir en el mundo.
Usted en sus libros habla de la globalización en lascostumbres, la arquitectura, las formas de vestir...Ya no se distinguen las culturas, todo parece igual.
G.S. En pocos años todos seremos como los americanos. Su estilo de vida se está imponiendo y el inglésamericano es la lengua del mundo. Pero nunca olvide que la historia está llena de sorpresas, sobre todo después del 11 de septiembre. El planeta se va a convertiren una especie de supermercado. Pero pueden ocu-rrir cosas extrañas. La historia a veces es irónica. Es-tán surgiendo pequeños grupos, pequeñas nacionesque defienden sus intereses. No vamos a ganar la guerra a ETA. ETA está ganándola. Lo mismo ocurre conel IRA, con los terroristas de los Balcanes... Existe una cierta impotencia del poder con ciertas cosas que novemos y no entendemos claramente. Los chechenos, en muchos aspectos, son más fuertes que Rusia.
En una entrevista usted se refería al desprecio delpueblo americano respecto a Europa, las guerras étnicas en Kosovo, las masacres de los Balcanes y los nacionalismos.
G.S. Kosovo fue el primer punto de inflexión y los euro-peos no se han parado a pensar en las consecuencias. En Estados Unidos piensan que, desde Kosovo,Europa no se ha preocupado de limpiar su propiotrasero y «¡¿por qué diablos lo tenemos que lim-piar nosotros?!», suelen preguntarse.
Parece que Europa está demasiado vieja...
G.S. Está muy cansada, tiene demasiada historia. Ha per-dido más de cien millones de seres humanos entre agosto de 1914 y abril de 1945, en campos de ex-terminio, deportados, guerras. Y no lo olvidemos: enla Primera Guerra Mundial murieron tantos jóvenesque la población no se incrementó porque no tuvieron hijos, con lo que se perdió una generación entera de futuros talentos. Fue una sistemática masacre antidarwiniana de los más talentosos.
Quizá el concepto de vieja Europa pueda cambiarcon los movimientos migratorios que se están su-cediendo. ¿Cree que ellos pueden ayudar a variar elconcepto de Europa?
G.S. Muy posiblemente. Las calles de Londres son ya calles del mundo. Y en Estados Unidos ocurre lo mis-o. Sólo en Nueva York, se hablan más de 150 lenguas. Hace dos días estuve en Toronto. El primertaxista que conocí era un maronita libanés: el segundo, armenio y, el tercero, de Taiwán. Sí, por supuesto que nos van a cambiar. Y con respecto aEuropa, seguro, traerán un nuevo estímulo a una casa vieja.
Aun así, todavía estamos viviendo guerras de reli-gión. ¿Cree que estas guerras van a cambiar elmundo?
G.S. André Malraux dijo: «El siglo XXI será religioso o noserá». No sé si tenía razón, pero hemos entrado en una relación muy difícil con el islam. Y no olvide que en el suroeste de Estados Unidos viven 50 millonesde fundamentalistas. Nosotros tenemos nuestro propio fundamentalismo. No sé en cuántos Estados deNorteamérica, creo que nueve, está prohibido enseñar el darwinismo. ¡Seamos más modestos connuestra luminosa liberalidad! El islam es sólo un aspecto del fundamentalismo.
Creo que era zurdo y su padre solía atarle unamano. ¿Protestaba por ello?
G.S. No, no es así. Tengo un severo defecto de nacimiento en mi mano derecha. Hoy en día la tenden-cia es hacerles las cosas más fáciles a los chicos, pero mi madre, que se ocupaba de mi vida diaria, insistía en que debería aprender a escribir, dibujar y pntar con la mano derecha, lo que me resultaba más ifícil. Una de las primeras frases que recuerdo deella, era: «Qué suerte tienes, no vas a tener que ir ala 'mili'». Convertir en suerte lo que era un defectofísico era una filosofía estupenda. Es la filosofíaque aprendí desde el comienzo de mi vida. Odio to-talmente la actitud autocompasiva, debes exigir a un ser humano el máximo esfuerzo y voluntad.
Su padre se trasladó de Viena a París. Debió pre-sentir el nacimiento del nazismo.
G.S. Fue en 1924. Sí, supo lo que iba a venir. En esa épo-ca, Viena era mucho más antisemita que Alemania.Hitler es un fenómeno austriaco, no alemán. La vidaen Viena estaba ya impregnada de odio hacia los ju-díos y mi padre la abandonó para empezar una vi-da nueva en París.
¿Llegó a hablarle alguna vez, cuando era niño, de ese odio hacia los judíos?
G.S. Sí. Mi padre solía decirme: «Esto se llama historia.Por eso, uno no debe tener miedo, sino tratar de pro-tegerse». Sabía que el problema europeo del anti-semitismo había sido siempre un asunto que no podíamos evitar. Y me enseñó dos grandes lecciones:saber cuantos más idiomas, mejor, y aprender a pre-parar la maleta y ganarme la vida en otro país, enotra cultura. Estas dos enseñanzas las he puestoen práctica con mis hijos, de lo que me siento muyorgulloso.
Según se desprende de sus escritos, Hitler se habíajurado a sí mismo hacer desaparecer a los Steinerdel mundo. Afortunadamente no lo logró, tenemosla suerte de poder contar con usted y con su obra.
G.S. Es usted muy generoso. Sí, tuve la enorme suerte desobrevivir. Sólo dos judíos, entre mis compañeros declase, sobrevivimos en el Liceo de París. Y contrajeuna deuda que, en parte, debo pagar no abandonando Europa.
Ha escrito que la música clásica es «la más espiritualde las realidades», y que no podía vivir sin Schubert.
G.S. Se lo cuento de una manera muy simple. Mi padrefue un destacado banquero internacional y teníaun solo deseo: que yo nunca siguiera sus pasos. Esuna vieja tradición judía que una generación haga di-nero para ayudar a que la siguiente sea de una ge-neración de intelectuales, profesores, humanistaso algo similar, pero fuera del mundo de los negocios.Por eso le debo la idea de que ganar dinero no es lomás importante ni lo más interesante en la vida.
¿Qué opina de los ídolos del pop o el `rock'?
G.S. Es una pregunta muy difícil. Tengo 74 años y sabemos que el oído humano deja de entender la música a partir de cierta edad. Después del jazz mí oído no es capaz de asimilar otros sonidos musicales.Considero el `rock', el pop o el `heavy metal' como algo profundamente bárbaro. Es ruido, no música.Pero esto seguramente es un prejuicio. Puede que meequivoque, pero no puedes negociar ni el gusto ni laintuición. Lo que me da miedo son los chicos que crecen en la cultura del `heavy metal’ o del `hip-hop'y el `rap'. No van a poder vivir en silencio o con música más suave. Puede que ocurra algo muy complicado en el cerebro humano bajo ese cúmulo de ruidos. Aunque mucha gente no está de acuerdo conmigo y piensa que ese tipo de música es una forma de liberación.
Puede que el ser humano haya perdido sensibilidad.
G.S. Hemos perdido, por ejemplo, la costumbre de interpretar música en casa, que era básica en muchas familias. Antes se interpretaba en casa. Sí,hemos perdido el mundo de la intimidad. Estamosen el final de un periodo en el que estar en privado,estar en un jardín o en el silencio de esta casa y en paz, es un lujo. El silencio y la privacidad son terriblemente caros, incluso en las costosísimas casasde Londres o Nueva York, donde los muros son tanfinos que se oye todo. Cada vez resulta más problemático estar solo. La sociedad americana, por ejemplo, mira la soledad como algo muy sospechoso.Hay cada vez menos oportunidad de escucharseuno mismo. Yo soy un gran admirador de esos grandes poetas españoles de “la soledad” [lo dice en español]. La literatura española está llena de ellos: Juande la Cruz, Góngora y muchos otros.
Suele usted decir que los libros, ahora, «ya no no se leen». ¿Qué quiere decir con esto?
G.S. Un libro serio tiene que entrar en diálogo con el lector. Al principio puede ser un enemigo, porque seadificil de leer, pero ha de llegar a ser un amigo cercano. Los libros serios nos cambian. Pero, ahora, el99 por ciento son literatura de aeropuerto, estánhechos para pasar el tiempo. Y, muy bien, quizá esmejor que tomar Valium, pero ese concepto del librote enriquece menos. Te hace más perezoso y empequeñece tu imaginación.
Ha definido al pueblo judío como «los visitantes extranjeros», porque nunca tuvieron una patria. ¿Fue necesaria la creación del Estado de Israel?
G.S. Guando me pregunté u mí mismo por qué los judíos han sido el único pueblo que ha sobrevivido durante 5.000 años como unidad -porque ni los griegos,ni los romanos lo lograron- llego a una respuesta personal: deberíamos enseñar a la gente a vivir como huéspedes, porque somos huéspedes de la vida, de este pequeño planeta. Hasta que los hombres y las mujeres no aprendamos a vivir como huéspedesunos de otros, el riesgo de guerra y autodestrucción es enorme. Ser huésped significa dejar la casan que has visitado un poco mejor de lo que la encon-traste. Es un dicho judío. Éste es uno de los motivospor los que odio el nacionalismo de cualquier signo.Y el chovinismo de cualquier clase. Odio a la gente que va por ahí con banderas gritando a otra gente.Una virtud de los judíos es demostrar que pueden vivir entre otras gentes, contribuyendo al bien común sin renunciar a su identidad. Es un magnífico y difícil asunto. Por eso, no todo el mundo quiere serhuésped. La mayoría de la gente quiere tener raíces,como los árboles. Yo quiero tener piernas, que me parecen más interesantes. Con las piernas puedes irte lejos, subir montañas, cruzar la Tierra... Cuando llega una tormenta, el árbol puede caer. Por eso creo que ser un exiliado o un huésped es una condición privilegiada y creativa. Durante 40 años he escrito sobre mis grandes dudas en relación con el sionismo y el Estado de Israel. Esto es muy fácil de decir desde una preciosa casa en Cambridge, y, desde luego, mucho más fácil que si no tienes un lugar adonde ir. Si fuera el único lugar a donde ir, lo entiendo perfectamente, pero no significa que la solución sea idónea. Algunas veces, la única solución no es acertada.
Usted suele decir que su patria es aquélla que le proporciona una mesa de trabajo. ¿Es Cambridge su patria o existen otros “cambridges”?
G.S. He enseñado en muchos paises, he sido profesor enSuráfrica, en China, en Japón, en toda Europa yAmérica y mi patria es mi vocación de escritor y pro-fesor. Wittgenstein dijo que la gran filosofía se haceen las cafeterías de las estaciones. Proust afirmabaque las grandes novelas se escriben en los hoteles. Y tenían razón. Por supuesto, me encanta mi casa, mi perro... Pero le aseguro que si tuviera que salir corriendo a algún sitio donde no hablaran inglés,aprendería una nueva lengua, que me vendría muy bien, porque en estos momentos me he vuelto pere-oso. Siempre sería una experiencia estimulante.Respecto a mi historia y a mi pasado, he escritoun libro titulado “Nuestra patria, el texto”, porque no olvide que los judíos procedemos de un libro, pertenecemos a la “Torah”, el “Misdrash” y el “Mishvá” yllevamos la patria con nosotros. También pertenezco a mi familia. Pero no pertenezco, ¡por el amor deDios!, a un pasaporte, a un lugar o a un ridículo himno nacional. Esas cosas son vergonzantes. Un gran maestro del movimiento judío hasídico dijo: «El judío está siempre en el exilio. La verdad [lo dice en castellano] está siempre en el exilio». Y ésa es mi convicción: la verdad está siempre en el exilio.
Hace 50 años existía una influencia cultural judía enCentroeuropa: Kafka, Marx, Einstein, Freud... ¿Sigue presente?
G.S. Céntroeuropa ya no existe. Ahora existe Manhattan,Chicago, San Francisco, Londres... Con el exilio,los judíos crearon uno de los grandes periodos de lahistoria de la civilización. Si me pregunta por los dosnombres más influyentes en el mundo, yo diría queEinstein y Freud, pero añadiría a Woody Allen, y lo digo en serio. Su humor, su forma de andar, sus manos... han influido hasta en los chinos. Estuve en un cine en China y la gente se reía con el humor judío de Woody Allen, que ha llegado a ser tan universalcomo Charles Chaplin, el símbolo universal del neurótico ciudadano de hoy. Hay muchas formas deinfluir en el mundo.
Usted en sus libros habla de la globalización en lascostumbres, la arquitectura, las formas de vestir...Ya no se distinguen las culturas, todo parece igual.
G.S. En pocos años todos seremos como los americanos. Su estilo de vida se está imponiendo y el inglésamericano es la lengua del mundo. Pero nunca olvide que la historia está llena de sorpresas, sobre todo después del 11 de septiembre. El planeta se va a convertiren una especie de supermercado. Pero pueden ocu-rrir cosas extrañas. La historia a veces es irónica. Es-tán surgiendo pequeños grupos, pequeñas nacionesque defienden sus intereses. No vamos a ganar la guerra a ETA. ETA está ganándola. Lo mismo ocurre conel IRA, con los terroristas de los Balcanes... Existe una cierta impotencia del poder con ciertas cosas que novemos y no entendemos claramente. Los chechenos, en muchos aspectos, son más fuertes que Rusia.
En una entrevista usted se refería al desprecio delpueblo americano respecto a Europa, las guerras étnicas en Kosovo, las masacres de los Balcanes y los nacionalismos.
G.S. Kosovo fue el primer punto de inflexión y los euro-peos no se han parado a pensar en las consecuencias. En Estados Unidos piensan que, desde Kosovo,Europa no se ha preocupado de limpiar su propiotrasero y «¡¿por qué diablos lo tenemos que lim-piar nosotros?!», suelen preguntarse.
Parece que Europa está demasiado vieja...
G.S. Está muy cansada, tiene demasiada historia. Ha per-dido más de cien millones de seres humanos entre agosto de 1914 y abril de 1945, en campos de ex-terminio, deportados, guerras. Y no lo olvidemos: enla Primera Guerra Mundial murieron tantos jóvenesque la población no se incrementó porque no tuvieron hijos, con lo que se perdió una generación entera de futuros talentos. Fue una sistemática masacre antidarwiniana de los más talentosos.
Quizá el concepto de vieja Europa pueda cambiarcon los movimientos migratorios que se están su-cediendo. ¿Cree que ellos pueden ayudar a variar elconcepto de Europa?
G.S. Muy posiblemente. Las calles de Londres son ya calles del mundo. Y en Estados Unidos ocurre lo mis-o. Sólo en Nueva York, se hablan más de 150 lenguas. Hace dos días estuve en Toronto. El primertaxista que conocí era un maronita libanés: el segundo, armenio y, el tercero, de Taiwán. Sí, por supuesto que nos van a cambiar. Y con respecto aEuropa, seguro, traerán un nuevo estímulo a una casa vieja.
Aun así, todavía estamos viviendo guerras de reli-gión. ¿Cree que estas guerras van a cambiar elmundo?
G.S. André Malraux dijo: «El siglo XXI será religioso o noserá». No sé si tenía razón, pero hemos entrado en una relación muy difícil con el islam. Y no olvide que en el suroeste de Estados Unidos viven 50 millonesde fundamentalistas. Nosotros tenemos nuestro propio fundamentalismo. No sé en cuántos Estados deNorteamérica, creo que nueve, está prohibido enseñar el darwinismo. ¡Seamos más modestos connuestra luminosa liberalidad! El islam es sólo un aspecto del fundamentalismo.
Larga entrevista ( en ingles ) a Georege Steiner:
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