miércoles, 2 de abril de 2008

Daniel Barenboim, ciudadano argentino, español, israelita y palestino...



Y después dicen que hoy no hay héroes. Artista de excepción, intelectual y ciudadano comprometido con su realidad, Barenboim podría haberse conformado con producir belleza en estudios, teatros y salas de conciertos. Como todo hombre sensible, comprendió pronto que esa belleza acotada no alcanza, y se abocó a producirla también en el mundo.

Sabiendo por experiencia propia que palestinos y judíos no han podido ni querido llevarse bien; sabiendo que pocos pueblos en el mundo son más antagonistas que ellos; se propuso conseguir dos cosas: demostrar a ambos bandos que su negación del otro y de su historia nunca los llevará a conseguir la paz y ofrecerles un proyecto conjunto que conjunte y dé paso a la pasión de cada pueblo. Nacido de padres judíos el 15 de noviembre de 1942 por allá en Buenos Aires, Daniel Baremboim, pianista y director de orquesta de talla mundial, emigró a Israel en 1952 y de ahí a Salzburgo donde estudió con Furtwängler y Edwin Ficher. Contrajo matrimonio en 1967 con la chelista Jacqueline Du Pré. Fungió luego, entre muchas otras cosas, como director musical de la Orquesta de París, de la Filarmónica de Chicago y de la Deutsche Staatsoper de Berlín. En 1999 consiguió juntar a palestinos y judíos y fundó la West-Eastern Divan Orchestra. Aquí los tenemos, interpretando a Rosini en la Alhambra: israelitas y palestinos unidos por la música de un europeo.



Metido al foso, Daniel Baremboim en cada concierto que da envía su mensaje: “cuando nosotros nos sentamos a tocar la 6ª de Mahler todos somos iguales: aquí no hay ni oprimidos ni opresores”. Porque se trata de que, hermanados en un proyecto, ambos pueblos muestren que pueden poner no sólo su talento, si no su alma entera a una para producir arte del mayor nivel. Cuando ensayan y tocan los palestinos e israelíes integrantes de esa Orquesta se saben parte de un todo orgánico en el que no habrá resultados buenos a menos que cada uno ponga al servicio del otro y del todo lo mejor de sí mismo. Tal como lo debieran hacer sus respectivos pueblos. Tal como los debieran hacer sus respectivos gobiernos.

"Nos guste o no, estamos destinados a vivir juntos de una forma u otra. O nos matamos todos, y eso sería un suicidio colectivo, o aprendemos a vivir todos en este pedazo de tierra", señaló Barenboim, que dijo que Sevilla es la sede del Diván no sólo por el apoyo que recibe la orquesta por parte de la Junta de Andalucía, sino también por ser parte de la "única región del mundo en la que judíos, árabes y cristianos han podido convivir en paz durante tanto tiempo".

Defiende su apuesta por una solución pacífica al conflicto afirmando: "yo no soy ingenuo, ingenua es la gente que piensa que tras sesenta años de conflicto se puede solucionar esto con la guerra".

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